3 mar 2008

Queremos comer...

Esta semana toca descanso. Por fin. No sabéis lo mal que se pasa. Es muy duro. Y lo peor de todo es que yo ni siquiera lo había pedido. Pero en mi casa yo sufro los daños colaterales. Yo, que no necesito cuidarme, que estoy hecho un pimpollín y que me mantengo en forma sin hacer prácticamente nada (y que no me beso porque no llego). Yo, que no me corto si me apetece comerme media tableta de chocolate después de comer o medio kilo de queso para cenar. Pero mi madre es de ponerse a dieta y yo, me jodo.

Ya sabéis que en este país somos mucho del "Hágaselo usted mismo". El Ikea triunfa, porque si podemos evitar pagar el montaje de un mueble eso que nos ahorramos. Los farmacéuticos se frotan las manos en época de gripes porque todo el mundo le da por hacer mil pruebas con medicamentos varios a ver cual funciona mejor. Y en este país en el que la masturbación resulta más habitual que el sexo, por triste que esto parezca, pero es así de cierto. Pues aquí nos encanta ponernos a dieta sin pasar por un endocrino, porque sí, porque si quiero perder peso quiero perderlo ya, y con un médico pierdo más tiempo que peso. Y tampoco es de extrañarse, seamos sinceros, ya que en este país tuvimos durante cuarenta años gobernando a un tipo calvo, bajito y con bigote adicto al régimen.

Yo entiendo que mi madre quiere mantanerse en línea y al mismo tiempo quiera que mi padre no cometa excesos alimentarios. Pero teniendo en cuenta que ya rascan ambos los 60 años y que no es que vayan a lucir sus cuerpos serranos al sol de las playas este verano, pues parece más bien una pérdida de tiempo. Y encima aburrido. Pechuguita a la plancha, pescadito al vapor, verdurita hervida, ensaladita del tiempo... Todo así, como pequeño, que parece un plato de Ferrán Adriá. Que te quedas pensando "¿Ya está?". Que más que una comida es un coitus interruptus. Que llevas toda la mañana sin pegar bocado y llegas a casa esperando ese plato con ansias y te encuentras eso. Que digo yo, ¿no podría haber una dieta como Dios manda? No sé, por ejemplo, con su cocido, pero light, sus callos, lights, su cordero asado, light, su pastel de chocolate, no necesariamente light. Que si hay que hacer régimen se hace, pero pasar hambre, ¡los cojones!

Y lo peor no es hacer dieta en sí, lo peor es la sensación esa que se te queda en el cuerpo de "¿Y esto para qué?". Porque a mí no me hace ninguna falta, mido 1,90 y peso prstgsta y tantos. Además siempre he dicho que la que me quiera tendrá que hacerlo por mi personalidad, mi simpatía y mi inteligencia... (pausa tensa) ¡Dios, que crudo lo tengo!

No hay comentarios: