5 feb 2008

Si yo fuera rico...

Diría que es algo común a todos los mortales, pero existe ese pequeño porcentaje de la población mundial que no tiene que preocuparse ni por su hipoteca, ni por llegar a fin de mes (como Esperanza Aguirre, que con su sueldo pasa apuros, pobre) que hace que no todo el mundo se haga la gran pregunta: ¿Qué haría yo si tuviera mucha pasta?

Sí, vamos, imaginad que de la noche a la mañana te vuelves multimillonario, pero en euros, que es más difícil. No sé, te toca un superpremio en la lotería, heredas repentinamente de un familiar que ni siquiera conocías y que en un último arrebato de generosidad ha decidido legar toda su fortuna al único familiar que pasaba hasta el infinito y más allá de sacarle los cuartos... Vamos, cosas que sólo pasan en las películas y casi siempre acaban mal.

Pues creo que para empezar se lo daría todo a los pobres, o sea, a mí, que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Bueno, la mitad se la daría a Hacienda porque no quedan más cojones, salvo que seas deportista o cantante famoso y te empadrones en Andorra y seguramente del sobrante daría la otra mitad. ¿Para qué me hace falta a mí más dinero del que jamás pudiera a gastar? Por lo tanto me quedaría con la cuarta parte de las riquezas originales y aún así sería un pastón.

Dado este primer reparto es cuando comenzarían las acciones no estrictamente económicas. Primero me acercaría a mi madre y, con una lagrimilla en el ojo, le diría con voz quebrada por la emoción:”Mamá, me voy de casa…”. Supongo que su primera reacción sería descorchar champán o, en su defecto sidra, pero celebrarlo seguro. Después de darle la alegría más grande de su vida, acabaría la frase que el corcho disparado de la botella habría impedido acabar:”… porque tengo más pasta que peso y por fin me puedo independizar”. Conociendo a mi madre su siguiente pregunta sería: “¿Y de donde has sacado el dinero si no trabajas? ¿Lo has robado? ¿Estás metido en asuntos de drogas?”. Y es que mi madre tiene depositada en mí, ante todo, una confianza inquebrantable.

Entonces comenzaría a resolver los problemas de vivienda y desplazamiento. Primero un sitio donde poner el huevo, que no es fácil. Y como prefiero el campo me haría una casita para vivir, sin ostentaciones, sencillita, muy básica. No llegaría a los 17 baños de la casa de Isabel Preysler, con 10 ya sobraría. Que el día que en esa casa estén todos con diarrea el recibo del agua será de escándalo, aunque me da a mí que tampoco les costará mucho pagarlo. La casa tendría su piscina, olímpica si acaso, aunque yo no se nadar, pero así uno se va obligando a aprender; un jacuzzi, pista de tenis, frontón, una cancha de basket… ¿Os acordáis de la casa de Falcon Crest? Pues igual pero en vez de viñedos como mucho naranjos. Y el vehículo sería también sencillito. Nada de Ferraris que no quepo y son incomodos, ni un Hummer que consume más combustible que un jet. Un Aston Martin ya estaría bien. Un Vanquish ya que estamos.

Con el dinero que aún me quedara, que ya digo que seguiría siendo muchísimo iría a un banco vestido de chándal, despeinado y sin afeitar. Y cuando el director estuviese llamando a la policía para avisar del posible robo le mostraría lo muchimillonario que soy, para joder más que nada, y a ver que es capaz de hacer con mi dinero. Porque con el dinero de los pobres son muy torpes, pero con el de los ricos hacen virguerías.

Una vez solucionados todos esos problemas empezaría a viajar por el mundo tirando de tarjeta en plan multimillonario excéntrico de los que se van en un todo terreno por en medio de las junglas asiáticas. Y, por supuesto, me convertiría en un soltero interesante. Dejaría de ser el pringado que no tiene donde caerse muerto para ser el tipo interesante y con encanto que las mujeres adoran. Especialmente esas mujeres neumáticas sin cerebro ni personalidad que tanto abundan por los platós de televisión y que tienen tanto interés para mí como la situación geopolítica del hemisferia occidental de Saturno.

Y para acabar me despertaría del sueño, vería mi vida de parado pringao y diría:”Por lo menos que me quede como estoy”

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