13 abr 2008

Fue maravilloso aquel concierto...

Suerte que al final decidí no echarme atrás y fui al concierto. Mereció la pena. A pesar de las lagrimillas que en un par de ocasiones brotaron de mis ojos y que ahora, recordando aquél momento, vuelven a brotar espontáneas. A pesar de lo incómodas que eran las butacas y que me obligaron a mantener una postura bastante imposible toda la noche y que aún hoy se nota. A pesar de que se dejó algunas canciones en el tintero como Eres, Cien días, La mujer más vieja del mundo, Ahora o Tierna y dulce historia de amor. A pesar de todo resultó ser sencillamente magnífico. O gracias a todo, mejor dicho.

Hacía tiempo que no entraba al Gran Teatro de Elche, que, a pesar de su nombre, resulta pequeño y acogedor (¿Para cuando una sala de teatro grande en esta ciudad? Pregunta retórica sin respuesta, está claro). La última vez que fui estaba sobre el escenario. Todos tenemos un pasado y el mío fue de actor adolescente en obras del colegio. Por cierto, en la última me mataba mi amante del mismo modo que a su difunto esposo. Que cosas tiene la vida. Resultaba agradable volver a entrar a un recinto que me traía tan buenos recuerdos de infancia, aunque resultaba más pequeño de lo que parecía por aquel entonces. Claro que entonces yo tenía 13 años, medía poco más de 1,65 y el teatro estaba sin restaurar. Aún así impresiona. Especialmente cuando ves que se llena.

Cuando Ismael Serrano apareció, el teatro casi se vino abajo. Hace tiempo que dejé de considerarlo simplemente un cantautor y pasó a ser algo más, pasó a ser un contador de historias. Historias alegres, tristes, de lucha, de amor, de ideales... Tiene una canción para cada uno de nosotros. Recuerdo que empecé a escucharlo hace años, cuando iba al instituto. Por aquel entonces me encantaba escuchar la radio cuando me levantaba antes de ir a clase y cuando me acostaba antes de dormir. Sobre todo escuchaba M80, a pesar de que desde mi casa recibía una señal escasa y a veces inexistente. Por las mañanas escuchaba a Gomaespuma y los domingos por la noche un programa en el que los oyentes mandaban relatos cortos, contados por una presentadora que hacía de las más terribles historias las más bellas palabras. Y por las noches entre semana escuchaba La Gramola. Y una de esas noches entrevistaron a Ismael Serrano y cantó en directo una canción tan divertida como triste, Canción de amor propio, que me encantó. Más adelante fui conociendo más canciones suyas y emocionándome con ellas, tal y como me pasó el sábado por la noche cuando escuché Vine del Norte en directo, no sé si por la historia de amor tan preciosa que relata o por como la cuenta. Aunque también puede que no fuera el único motivo.

Ahora tendré que buscar en su discografía una canción que hable de alguien que sigue esperando una señal para saber si puede dar un paso más, tal y como le dice su corazón, o si mejor debe dejar el agua correr, como le dice su razón. Seguro que alguna tendrá. De todos modos, gracias Maestro Serrano por haberme devuelto parte de las ganas de disfrutar de la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tanto como vernirse abajo, es exagerar, tampoco fue para tanto, el de marea estuvo mejor ;)