28 mar 2009

Cosas de la edad

Llega un momento en la vida en que te das cuenta de que a no eres el de antes. Tú no quieres reconocerlo, la verdad, te dices a ti mismo que es pasajero y que todo volverá a ser como antes. Te niegas a aceptar que no hay vuelta atrás. Y encima evocas los viejos tiempos cual abuelo Cebolleta, como si cualquier tiempo pasado hubiese sido siempre mejor...

Dejad que pasen un par de años y mi barba será igual...

Y es que me toca empezar a asumir que me hago mayor. Vale, tengo 27 años y no es aún demasiado, pero mi cuerpo ya no es el que era. Recuerdo cuando con 16 años era capaz de correr 50 metros en 6,09, lo que era la mejor marca de mi clase y una de las mejores del instituto, si descontamos al chaval que era campeón de España de los 60 metros lisos de categoría cadete; o cuando con 18 salía todos los días a hacer unos 25 kilómetros en bicicleta, claro que era para ir diariamente a la autoescuela porque estaba convencido de sacarme el carnet antes de septiembre, aunque después me lo saqué a mediados de noviembre por culpa de un maldito paso de peatones que para mí era inexistente y que no sé dónde demonios estaba ni viene al caso. Pero lo peor de todo es recordar cuando hace apenas cinco años pesaba 75 kilos, lo que vienen a ser unos 15 kilos menos de lo que peso ahora (o algunos más según el día).

Y lo que, en un principio, me traía bastante sin cuidado hasta hace apenas dos meses, ahora empieza a afectarme en serio. Resulta que en menos de un mes tengo las pruebas físicas del Comité Técnico Arbitral (a partir de este momento CTA), y, como bien os podéis imaginar, mi estado de forma estaba bastante próximo al de Stephen Hawkings. Pero si está en silla de ruedas, os diréis algunos, al menos los que sepan quién es Stephen Hawkings, pues ya os podéis imaginar cuál era mi estado físico. Bueno, como iba diciendo comenzamos los entrenamientos a lo grande: test de Cooper. Resultado final, lamentable. Bueno, lamentable creo que no describe suficientemente bien el final de la prueba, tanto en la escasez de distancia recorrida, como en penoso estado en que acabo mi cuerpo.

Los días siguientes de entrenamientos no fueron mucho mejores, es más, al tercer entrenamiento acabé con una inflamación del tendón rotuliano de la rodilla izquierda, no muy grave pero suficiente para tenerme durante dos semanas sin entrenar. Ahora parece que voy mejor, incluso el pasado lunes conseguí aguantar bien las series de velocidad, pero, y siempre hay un pero mi espalda no piensa igual que mis piernas y mi cabeza, y sigue pidiendo un referéndum de autodeterminación con respecto al resto del cuerpo, sin pasar por estado libre asociado ni zarandajas por el estilo.

Y si no os creéis que mi espalda esté tan mal, mirad la foto. Y sí, lo que veis marcado en rojo son agujas...

Estoy empezando a plantearme trabajar de alfiletero para sastres; si pagan bien...


1 comentario:

Marisabidilla dijo...

Qué me va a contar usté, querido, que acabo de estrenar los 31....

Cuidesé y acupunturicesé cuanto sea necesario. Por cierto ¿es más efectiva una buena aguja que un buen masaje?

Besos mil