1 may 2008

La más triste historia jamás contada... LA MÍA

Como habréis podido comprobar por mis últimas entradas, habréis notado que estoy algo peor que de costumbre, así que os pondré sobre la pista de algunos antecedentes que comentaba hace algunas entradas. Como bien sabéis mi vida seximental (o sentimexual, como prefiráis) es tal que inexistente. Todo se remonta a años atrás, cuando yo era un tierno churumbel. Era joven, ella me besó y yo le dije, más o menos literalmente, "asín te mueras". Dicho así parezco un misogino insensible. La realidad es que en cuarto de EGB a mí me la soplaba bastante y ella llevaba bastante tiempo agobiándome con el temita. Desde aquel día todo ha ido cuesta abajo.

Unos años más tarde tuve mi primera novia. Primera y única hasta la fecha para ser exactos. Suena bonito y tierno, ¿no? Vale, pues sí lo era. Pero yo tenía 14 años y aún jugaba con los playmobil, y ella 16 y buscaba algo serio. Al final nos fuimos distanciando y sólo la he visto un par de veces desde aquel entonces. Tengo que reconocer que me encantaba estar con ella. Era muy dulce. Pero le faltaba algo de carácter para mi gusto. La última vez que la vi iba con un chico, así que supongo que es feliz, o al menos eso espero.

Años más tarde, en el instituto, volví a fijarme en el género femenino. En tercero de BUP yo era del grupo de los empollones. Mejor dicho, siempre he sido del grupo de los empollones, aunque nunca me he matado a estudiar, pero siempre he tenido suerte a la hora de los exámenes. Bueno, como decía, yo era de los empollones y ella era de las deportistas populares. Dicho así parece que se trate de una película de adolescentes americanos, pero no. El año anterior ya habíamos ido a la misma clase, pero ella no me llamaba la atención lo más mínimo. Todo fue bastante sorprendente, más que nada porque me sorprendí a mí mismo en mitad de una clase mirando sin parar hacia donde se sentaba ella en clase. Y a mitad de curso su compañera de mesa dejó las clases, por lo que, para no dejarla sola, decidí sentarme a su lado lo que restaba de curso. Esto fue interpretado rápidamente por todo ser viviente como un acercamiento directo y todos los que me conocían se dieron buena cuenta de que iba detrás de ella. Todos menos ella, claro, o al menos eso dijo ella. Hasta tal punto era evidente que me gustaba que la profesora de filosofía un día quedó y me dejó en evidencia por eso. Os cuento. Rondaba el mes de mayo y ya hacía calorcito. Los de COU ya estaban preparando la selectividad, por lo que esta profesora tenía unas cuantas horas libres a la semana, y nosotros teníamos una hora libre porque la profesora de histeria, digo, historia de España no había venido a dar su clase (bueno, como casi todo el año). Así que acabamos coincidiendo alumnos y profesora de filosofía en las escaleras frente a la cantina. Yo estaba sentado en las escaleras y la profesora y Ella estaban sentadas en un banco, justo enfrente. Hablando estaban cuando Ella nombró a su novio. Inciso necesario: sí, tenía novio; nunca he dicho que me gusten las cosas fáciles, es más, a veces me gusta complicarme demasiado la vida. Cuando ella nombró a su novio la profesora quedó perpleja, y le dijo que pensaba que Ella salía conmigo porque como siempre estábamos juntos. ¡Qué ojo tenía la jodía! Bueno dos, que cada uno era de un color...

La cosa está en que me pasé todo un curso tratando de ver la forma de decirle que sentía algo por ella, pero como siempre me pasa, no encontraba la forma ni el momento. Además, quedaba el pequeño detalle del novio que aún tenía. Aquel año me dejé perilla para tratar de impresionarla, pero ni por esas. Llegó el verano y me afeité la perilla, pero por motivos fundamentalmente económicos: mi madre me pagaba el campus de baloncesto al que quería ir a cambio de que me afeitara. Y un día al final del verano me la encontré por la calle y se fijó precisamente en que me había afeitado. Todo un verano tratando de olvidarme de ella, para encontrármela, que me haga un cumplido y volver a perder el culo. Y más aún cuando me enteré que ya no estaba con su novio. Vía libre, o eso creía. Así que cuando me dijo de ir en Nochevieja a un local de fiesta, pues estaba bastante claro que no iba a decir que no, así podría apovechar la circunstancia para atacar. Pero va a ser que no. Me rajé, me fui a mi casa y me metí en la cama maldiciéndome por cobarde, tonto, capullo, gilipollas y nosecuantas cosas más. Pero de la rabia me dio por escribir y saqué un pequeño cuento que al final acabó leyendo. Y le gustó pero no sentía lo mismo por mí. También me dijo que ella no se había dado cuenta de que me gustaba (sí, claro, anda ya). Se fue a estudiar a Valencia y después de aquello poco más sé de Ella, sólo que la siguiente vez que me crucé con ella ni me dirigió la palabra. Suele pasar...

Tardé en olvidarla muchísimo tiempo, exactamente el tiempo que tardó en cruzarse conmigo la siguiente. Me enamoré de ella cuando la oí cantar. Tenía una voz preciosa y además tenía personalidad. Con ella me costó menos decidirme. Esperé a decirle que me gustaba a que acabara sus exámenes de selectividad, para no agobiarla más de la cuenta. Aunque estaba más que decidido a decírselo me costó una semana reunir las fuerzas necesarias para dar el paso. Y como hasta entonces me di el hostiazo contra el muro: a ella le gustaba otro. ¡Cagüentoloquesemenea! Estaba claro que no tenía suerte o, como poco, tenía un muy mal ojo para detectar a las no comprometidas.

Pero... Siempre hay un pero. En este caso más que un pero fue una putada. Una semana después de declararme Ella me llamó para quedar. No solos, claro está, pero al menos era un primer paso. Noche de cine y poco más, que sólo me sirvió para suspender el examen de Electrónica de Comunicaciones que tenía el lunes siguiente. A ese primer paso le siguió un mes de julio yendo juntos al festival de cine independiente de Elche (a raíz de eso me empezaron a gustar los cortos) y cada noche después de ver cine a dejarla en su casa. Nunca sabré si ella esperaba que hiciese algo más, pero como ya me había dicho que quería a otro no iba a arriesgarme a perderla como amiga. Pero la perdí. Un día, en fiestas de Elche, la agobié. Tenía ganas de verla, ya que hacía muchísimo tiempo que no hablaba con ella, y ella se enfadó conmigo. He vuelto a saber de ella, pero me da la impresión que tiende a rehuirme. Tampoco es que esto sea raro en mí, la verdad...

Visto con distancia la impresión es que jugó conmigo, más que nada porque me dio esperanzas. Veréis, yo no soy celoso; nunca me he enfadado porque me rechacen porque hay otra persona, es más, si la chica que me gusta está contenta con esa otra persona me alegraré como el que más y me aguantaré. Pero no soporto que jueguen conmigo, fundamentalmente porque me cuesta muchísimo confiar en las personas y cuando pillo confianza con alguien me abro mucho. Y cada vez que alguien en quien confió me hace daño, provoca que la siguiente vez me cueste un poco más abrirme. Y entonces todo es cada vez un poco más complicado, y como, por el momento, está claro que no va a entrarme ninguna, porque por mucho que digan yo no he visto a ninguna hacerlo, cada vez me cuesta más intentarlo.

¿Y ahora como estoy? Más quisiera yo saber...

P.D.: Perdón si es muy largo, pero necesitaba escribirlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece un post tiernisimo. Y te diria que la persona llegará. Seguro. Pero eso tú ya lo sabes.

Anónimo dijo...

Suele pasar... suele pasar... tanto a hombres como a mujeres... =) pero siempre hay alguien especial esperando por ti...